Un Cuento de Mierda II

Residencia de Locos

Marilyn Manson: Sweet Dreams

-Me has dejado poca vida – se quejaba el dios ignorado.

–Te aconsejo que te inclines al hablarme, aún no mereces toda la extensión de mis ojos – dijo el rey.

La inmortal luna había conquistado el horizonte y se podía ver como las sombras tristes prendían sus miradas como ingenuos pétalos. Nada de esto sería extraño, pues el dios ignorado, llevaba siglos ignorado y siglos lamentándose esa suerte.

-¿Te vas a comer eso? – pregunto el rey.

-¡Claro que No! seria pecado – gimió el dios.

-Que blasfemia, yo digo lo que es pecado y lo que es delirio. – replicó inquisidor el rey.

-Es alguien que adoro mi señor– de los ojos del dios ignorado nacían unas gotas de lluvia.

-¿Y eso qué?, yo acabo de comerme las vértebras de mi amada y puesto aquello, también estoy satisfecho por las manos de un genial pianista.

El rey se inclino hacia delante buscando su cenicero, sus bellos labios configuraban un aura sensual y tierno a su vez. El viento helado recogía los humores y los silencios, y le daba a la noche un difunto nombre.

-Se dará cuenta majestad que este cadáver me trae viejos recuerdos- dijo el dios ignorado.

-Te aconsejo el sufrimiento, y luego el olvido.

-Es de mi hija, la cautiva que en una noche mágica se rehusó a volar como yo le hube enseñado ¡ten piedad de mi, dolor ajeno!, ¡qué poca vida me has dejado!

El rey escupió al suelo arrojando su último cigarro (brasas de humo salían de sus distintos orificios). Luego se puso de pie y se acerco al dios ignorado que lloraba amargamente abrazando a su hija muerta.

Se sospecha que hubo un silencio que detuvo el tiempo…

-…

– Yo te indulto criatura de dios y para…– decía por fin el rey acariciando la nuca de su amante, de su dama disfrazada de metáforas, de su dios ignorado.

– ¡No blasfemes! Yo mismo soy mi creación – replicó el dios ignorado. Hubo otro silencio que danzó en la nada…

-…

…y para que no exista frustraciones -continuo el rey- dejaré que tú mismo oh enviado, te claves a tu cruz y mueras sin sangre o asfixiado o lo que la dicha propia imponga; y es mi voluntad que al día tres de tu muerte, tu alma en oscura armonía retome su cuerpo y que esas pupilas azules se enjuaguen en gloria dado que me jurarás eterna lealtad ante toda indignidad porque yo seré la luz de tu luz.

Luego, todo ardía en llamas y el dios ignorado sacudió sus alas y dejando a su hija, huyó por el horizonte. Esa noche los lobos ya no saldrían a cazar.

FIN

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