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Posted in Literatura by MiguelinaIgle on octubre 23, 2015

Encuentro Borges — Sabato en el Bar Plaza Dorrego (1975)

Posted in Variedades by MiguelinaIgle on julio 31, 2011

La lec­ción de dos grandes:
En el verano del 75, GENTE reunió, más que a dos enor­mes escri­to­res, a dos ídolos de la lite­ra­tura argen­tina. No fue fácil. Jorge Luis Bor­ges y Ernesto Sabato, ami­gos alguna vez, lle­va­ban dos déca­das no sólo sin hablarse: dos déca­das de franca enemis­tad por razo­nes polí­ti­cas. Sin embargo, ante la posi­bi­li­dad de apor­tar algo de su talento a miles de lec­to­res, olvi­da­ron ren­co­res y polé­mi­cas, y pro­ta­go­ni­za­ron, a lo largo de una mañana inol­vi­da­ble, este diá­logo y estas imá­ge­nes que hoy son un clá­sico del perio­dismo nativo. Acaso por esas sime­trías que, según Bor­ges, le gus­tan al Des­tino, el encuen­tro suce­dió ape­nas unos mese s antes de la pri­mera Feria del Libro. Recrear aque­lla charla y aque­lla recon­ci­lia­ción es más que un pla­cer inte­lec­tual: es tam­bién una lec­ción para la clase polí­tica, casi siem­pre sepa­rada por mez­quin­da­des y casi siem­pre ale­jada del bien supremo: el país y su gente.
OTOÑO DE 1973:
MEMORIA IMPRESCINDIBLE. Por aque­llos días, alguien reunió a Jorge Luis Bor­ges, Luis Fede­rico Leloir y Juan Manuel Fan­gio. Una foto­gra­fía de ese ins­tante llegó poco des­pués a una casa con jar­dín de San­tos Luga­res, y se ins­taló en el escri­to­rio de Ernesto Sabato. El hom­bre la miró lar­ga­mente, se quitó los ante­ojos oscu­ros, se apretó la frente con los dedos. Enton­ces escribió:
“…Y en fin, a su lado, ¿mirando hacia qué?, está Jorge Luis Bor­ges. Nací y al poco tiempo empecé a escri­bir sobre él. ¿Qué más puedo agre­gar? Tal vez podría decir aquí algu­nas de las cosas que puse como dedi­ca­to­ria en mi ensayo sobre el tango: ‘Las vuel­tas que da el mundo, Bor­ges: cuando yo era un mucha­cho, en años que me pare­cen per­te­ne­cer a una suerte de sueño, ver­sos suyos me ayu­da­ron a des­cu­brir melan­có­li­cas belle­zas de Bue­nos Aires: en vie­jas calles de barrio, en rejas y alji­bes, hasta en la modesta magia que a la tar­de­cita puede con­tem­plarse en un charco de las afue­ras.’ Luego, cuando lo conocí per­so­nal­mente, supi­mos con­ver­sar de esos temas por­te­ños, ya direc­ta­mente, con el pre­texto de Scho­pen­hauer o Herá­clito de Efeso. Luego, años más tarde, el ren­cor polí­tico nos alejó, y así como Aris­tó­te­les dice que las cosas se dife­ren­cian en lo que se pare­cen, quizá podría­mos decir que los hom­bres se sepa­ran por lo mismo que quie­ren. Y ahora, ale­ja­dos como esta­mos (fíjese lo que son las cosas) qui­siera con­vi­darlo con estas pági­nas que se me han ocu­rrido sobre el tango. Y mucho me gus­ta­ría que no le dis­gus­ta­sen. Créa­melo. Sí, nos sepa­ra­ron crue­les ideas sobre el des­tino de nues­tra patria común. Por eso, me quedo mirán­dolo con tris­teza. Pen­sando en el Bor­ges que que­rría res­ca­tar: el poeta que cantó a cosas modes­tas y fuga­ces pero huma­nas: un cre­púsculo, un patio de infan­cia, una calle de subur­bio. El Bor­ges que des­pués de su peri­plo por filo­so­fías y teo­lo­gías en las que no cree vuelve a este mundo menos bri­llante pero en el que cree: este mundo en el que nace­mos, ama­mos, sufri­mos y final­mente mori­mos. No esa ciu­dad X cual­quiera en que un Red Schar­lach sim­bó­lico comete crí­me­nes simé­tri­cos, sino esta Bue­nos Aires real y con­creta, sucia y tur­bu­lenta, abo­rre­ci­ble y que­rida, en que él y noso­tros vivi­mos y pade­ce­mos. Sí, ahí lo tie­nen: parece mirar hacia aden­tro, quizá se piense que está con­tem­plando labe­rin­tos en Creta o biblio­te­cas en Ale­jan­dría. Pero no: como todos, al final, está viendo su infan­cia. Su infan­cia en Bue­nos Aires.”
VERANO DE 1975: EL ENCUENTRO.
El autor de esas líneas y su des­ti­na­ta­rio estu­vie­ron sepa­ra­dos durante casi veinte años des­pués de una dura y áspera polé­mica. “Inevi­ta­ble­mente (recor­da­ría Sabato), tanto uno como otro diji­mos pala­bras quizá injus­tas.” El ale­ja­miento se man­tuvo hasta que una cir­cuns­tan­cia casual pro­dujo algo nuevo. En una oca­sión, Bor­ges fir­maba libros en una libre­ría del cen­tro. Sabato pasó por allí. Enton­ces, algu­nos de los que espe­ra­ban la firma de Bor­ges se acer­ca­ron a Sabato y le pidie­ron que tam­bién fir­mara. Así, en libros de Bor­ges, pue­den encon­trarse dedi­ca­to­rias de Sabato: un sím­bolo de lo que pasa­ría des­pués. El escri­tor se acercó a Bor­ges y lo saludó. Bor­ges lo abrazó. Acaso nin­guno de los dos había olvi­dado la polé­mica, las pala­bras áspe­ras, los casi veinte años de silen­cio. Pero el fer­vor, la devo­ción, algu­nas preo­cu­pa­cio­nes comu­nes y cier­tas inevi­ta­bles coin­ci­den­cias vol­vie­ron a acer­car­los. Al fin de cuen­tas, los dos esta­ban en el cen­tro de una Bue­nos Aires que aman y abo­rre­cen, que con­ta­ron como pocos, que guarda para siem­pre su glo­ria (sus libros) y que algún día guar­dará sus huesos.
Habla­ron mucho. Los pri­me­ros tes­ti­gos de ese diá­logo (Anne­liese von der Lip­pen, amiga de Bor­ges y tra­duc­tora de la obra de Sabato al ale­mán, y Orlando Barone, un escri­tor joven, autor de Debajo del ombligo) pen­sa­ron que esa con­ver­sa­ción debía pro­lon­garse. Sin­tie­ron que las pala­bras de esos dos hom­bres mere­cían otro des­tino que el olvido. Muy pronto hubo un gra­ba­dor entre ellos. Muy pronto habrá un libro con sus con­ver­sa­cio­nes, que tie­nen –ya se verá-, algo de tes­ta­mento, de balance, de eternidad.
La ten­ta­ción fue dema­siado grande. Y una mañana, a comien­zos de febrero, muy tem­prano (yo había leído que el hom­bre de San­tos Luga­res madruga y con­tem­pla las plan­tas), mar­qué los siete núme­ros que encie­rran fan­tás­ti­cas cába­las. Tuve miedo al decir “Bue­nos días”. Tengo miedo ahora, cuando ya todo ha suce­dido. Por­que le pedí a Sabato que se encon­trara con Bor­ges. Que salie­ran jun­tos. Que reco­rrie­ran umbra­les dor­mi­dos del sur, rejas oxi­da­das, alma­ce­nes tibios, pla­zas ape­nas reales. Y Sabato me dijo que sí.
Las cosas suce­die­ron un mar­tes. Poco importa, pero Sabato tenía zapa­tos anchos, pan­ta­lo­nes gri­ses, saco azul, camisa colo­rada, y Bor­ges inte­rrum­pía el azul pro­fundo de su traje con una cor­bata verde y amarilla.

 

Discurso de Mario Vargas Llosa

Posted in Literatura by MiguelinaIgle on diciembre 8, 2010

Aqui les dejo parte del texto de Texto Completo del discurso de don Mario Vargas Llosa ante Academia Sueca:

Elogio de la Lectura y La Ficción

Por Mario Vargas Llosa

Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan. Athos. Poros y Aramis contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Rich:heti, o arrastrarme por las entrañas de Paris, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

La lectura convenía el sueño en vida y la vida en sueño y ponla al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que lela pues me apenaba que se terminaran o quena enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras.

Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos. y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura. en aquel tiempo y lugar, alimentan tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba.

Gracias a ellos y sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.

No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimados? Por fortuna, allí estaban los nuestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma -la escritura y la estructura- lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son un imponentes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son, actos y que una novela una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.

Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos. Fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias.

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La dignidad del día…

Posted in Mi Oscuro Planeta, Nuestra Puta Vida by MiguelinaIgle on agosto 2, 2010

Estoy preparado para la muerte, sin embargo la dama nocturna entiende que aún podemos saltar la soga, lanzar piedras filudas sobre la superficie de una laguna solitaria, sentarse a contemplar el aroma nocturno del mineral antiguo.

Entonces me veo rodeado de pasteles y aromas dulces esperando que alguien se digne en atenderme. La gente en su plenitud debora su vida a grandes mordiscos, las engulle sin asco y escupe lo que no sirve. Este hecho no me afecta sobremanera, vivo disfrazando mis actos para entenderlos, para sentir la importancia de una sociedad densa y comprender el sentido de toda esta comedia.

Alguien me trajo aquí por engaños, alguien no se digno en preguntarme si es que me gustaria estar ahi, pero la función siguiente es que estoy preguntando el precio de uno de esos pasteles matrimoniales. El tema es que tengo que hacerle el servicio a Mía, la mejor amiga de Mía se casa y por algún motivo que no me interesa, ella se ofrecio a obsequiarle un pastel y no tuvo mas remedio que mandarme a mi a solicitar algunas cotizaciones.

El olor a levadura me arrastra sin temor hacia tiempos infantiles, mi tio Juan era un maestro en el arte de los pasteles y los panetones caseros, todas las mañanas mi madre me llevaba a su panaderia donde se podía comer los sabrosos panes recien salidos del horno. Tiempos de luz infantil.

La muñeca de torta me entrega una hoja con el precio de algunas «delicias» y me explica las bondades del producto que ofrece. Nunca pude retener en la memoria una fila de frases que no tengan que ver conmigo, sin embargo siento que ella hace su mejor esfuerzo. Luego me invita (si Ud. desea) a «degustar» algunas tortas.

Avanzo lentamente y una fila de pasteles a la vista me dan la bienvenida. Demasiada gente, moscas alrededor del dulce dispuestos a socializar…

Continuará…

Carlos A. Montaner Vs. Silvio Rodríguez

Posted in Mi jodido país, Nuestra Puta Vida, Variedades by MiguelinaIgle on agosto 1, 2010

 

El miércoles 31 de marzo de 2010, con el título de Preguntas de un trovador que sueña, Progreso Semanal publicó varias interrogantes del trovador cubano Silvio Rodríguez. Una de las preguntas estaba dirigida al Sr. Carlos Alberto Montaner, quien el mismo día 31 respondió al famoso cantautor. A continuación reproducimos el escrito de Montaner y después la contrarespuesta de Silvio Rodríguez de fecha 2 de abril y publicada en el sitio digital de Cubadebate.

Respuesta de Carlos Alberto Montaner.

Silvio, me toca preguntarte a ti: ¿firmarías una carta en la que se denunciaran los atropellos a los presos políticos cubanos y el acoso a las Damas de Blanco?

El cantautor Silvio Rodríguez me ha hecho una pregunta públicamente. Se la voy a responder. Es un magnífico y admirado compositor al que debe tomársele en cuenta. Dice Silvio: “Si los miles de cubanos que perdimos familia en atentados de la CIA hiciéramos una carta denuncia, ¿la firmaría Carlos Alberto Montaner?”. La pregunta forma parte de lo que parece ser un poema o la letra de una canción inédita. El texto se titula Preguntas de un trovador que sueña y está disponible en un website llamado kaosenlared.net, vertedero ideológico en el que es posible leer elogios a los narcoterroristas de las FARC o a los asesinos de ETA, pero donde, de vez en cuando, aparecen críticas lúcidas a la dictadura cubana.

Por supuesto, Silvio: yo firmaría esa denuncia. La CIA, como todos los servicios de inteligencia, ha hecho cosas deplorables que merecen ser censuradas. Y las ha hecho el ejército norteamericano cuando maltrató cruelmente a los prisioneros. Y las sigue haciendo el Departamento de Justicia de Estados Unidos, y hasta la Corte Suprema, cuando priva a ciertos detenidos del amparo de la ley. Todo eso, incluida la pena de muerte, me parece abominable y contrario a un verdadero Estado de Derecho en el que se respeten las libertades individuales.

Ahora, Silvio, me toca preguntarte a ti: ¿firmarías una carta en la que se denunciaran los atropellos a los presos políticos cubanos y el acoso a las Damas de Blanco? Una carta en la que mostraríamos nuestro respeto por Orlando Zapata Tamayo, Guillermo Fariñas y todo aquel dispuesto a morir defendiendo su dignidad de ser humano. Una carta en la que solicitaríamos la condena a los policías responsables de la muerte de 41 infelices, la mayor parte niños y mujeres, que huían de Cuba en un barco en la madrugada del 13 de julio de 1994. Una carta en la que los cubanos les pediríamos perdón a los somalíes por la matanza de miles de personas llevada a cabo en 1977 y 1978 por el ejército cubano en la Guerra de Ogadén, cuando Cuba se alió a la dictadura etíope. Una carta en la que se condenara la censura, el dogmatismo, el partido único, la persecución a las personas por tratar de defender sus ideas políticas, sus creencias religiosas, sus preferencias sexuales. Una carta en la que les dijéramos a los hermanos Castro que 51 años es un periodo demasiado prolongado para continuar imponiéndoles a los cubanos un sistema fallido y cruel en el que ya casi nadie cree, comenzando por ti, Silvio, y por tu talentoso hijo “Silvito”, músico, como tú, a quien apodan “el Libre” para diferenciarlos, porque Silvito ha decidido cantar y decir lo que piensa.

FUENTE:

Confesiones de Juan Rulfo

Posted in Literatura by MiguelinaIgle on julio 6, 2010

Juan Rulfo realizó una gira por América del Sur en diciembre de 1966, y a su paso por Bogotá fue abordado por el reportero Enrique Santos, de El Tiempo, diario que publicó la entrevista el día 16 del mes y año mencionados, con el título de «Latinoamérica desplazó a España en la novelística». El reportero explica el motivo de la visita de Rulfo y después de presentarlo entra en el tema. Reproducimos la entrevista completa, salvo la citada introducción:

Dentro de lo que en Colombia, y en América Latina, se puede considerar el campo cultural —que no es muy vasto ni muy sólido— el nombre de Juan Rulfo goza de inmenso prestigio. Sus libros El Llano en llamas (cuentos) y Pedro Páramo se han difundido en nuestra América, edición tras edición. La novela Pedro Páramo ha sido traducida a quince idiomas, el último de ellos el japonés. «Hablé con el traductor —dice Rulfo— antes de iniciar la gira. Naturalmente no entendí nada, porque todo eran signos y signos».

Se han tejido sobre Rulfo muchas leyendas. Unos dicen que es un solitario, otros que detesta los reportajes, y alguien contó alguna vez que como escritor estaba terminado. En verdad, poco hay de lo primero y nada de lo segundo. A nosotros nos pareció Juan Rulfo persona de inefable sencillez. Más que un reportaje fue una charla lo que con él tuvimos. Contestó a nuestras preguntas sin asomo de repugnancia por la entrevista. Es hombre de mediana estatura, cabellos entre grises y castaños, mirada dormida; fuma constantemente:

Le preguntamos si después de Pedro Páramo no ha vuelto a publicar cosa alguna.

-A publicar no, a escribir sí -responde-. Tengo un cuento que se llama El Gallo de Oro y que fue llevado al cine. Precisamente su paisano García Márquez (de quien hace grandes elogios) realizó la adaptación y próximamente la editorial Siglo XXI me va a publicar una novela: La Cordillera, de temática muy diferente a Pedro Páramo.

Rulfo considera que el escritor tiene la misión conjunta de plantear problemas sociales y de hacer obra de arte. «Los problemas sociales -afirma- se pueden plantear de una manera artística. Es difícil evadir de una obra el problema social, porque surgen estados conflictivos, que obligan al escritor a desarrollarlo».

Sobre el problema principal que afronta el escritor latinoamericano. Rulfo es categórico: no hay comunicación, no circulan las obras, no hay distribución y, esencialmente, no hay editores.

-En países como Uruguay apenas se está organizando una editorial. Los escritores no tienen a quien acudir para la publicación de sus libros. Ese es, más o menos el problema general en Latinoamérica.

-Dicen que usted es un solitario, poco amigo del trato con las gentes…

-Bueno, lo que pasa es que yo trabajo y no tengo tiempo para hacer vida social. Voy de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa. No es que sea propiamente un solitario.

-¿Usted se dedica exclusivamente a escribir?

-No. Como le dije, trabajo, hago otras cosas. En el Instituto Nacional Indigenista colaboro en los libros de Antropología social. Allí los corregimos, redactamos los textos, etc. Es una labor que demanda tiempo y cuidado.

-Y como era inevitable, la conversación recae sobre Pedro Páramo, la gran novela de Rulfo, uno de los mayores éxitos literarios de nuestro tiempo.

-Pedro Páramo no tiene origen -dice Rulfo-. Es una de esas cosas que se le ocurren a uno. Producto de la imaginación. Allí utilizo la técnica del contrapunto, porque están rotos el tiempo y el espacio. Es decir, los personajes son todos muertos y los muertos no ocupan lugar en el espacio, ni en el tiempo. Quizás ni en la misma conciencia. Podría haber sido una novela explícita, pero el tema no se prestaba para ello y hubo muchas razones que obligaron al autor a no interferir en varios aspectos de la obra. Las cosas absurdas no son para discutir si están o no dentro de la lógica. En fin, eso lo descubrieron los críticos. Yo eliminé las explicaciones, las moralejas, de que tanto se abusa en nuestra literatura.

-¿Usted considera que su novela, a pesar de ser tan mexicana, es también universal?

-La gente se muere dondequiera. Los problemas humanos son iguales en todas partes. No son temas nuevos el amor, la muerte, la injusticia, el sufrimiento, que están sugeridos en Pedro Páramo. Me han dicho que es «una novela de amor a los desamparados». Yo no sé. Yo narro la búsqueda de un padre, como una esperanza. Como quien busca su infancia y trata de recuperar sus mejores días, y en esa búsqueda no encuentra sino decepción y desengaño. Y al final se derrumba su esperanza «como un montón de piedras».

Rulfo posee excelentes conocimientos sobre los movimientos literarios tanto de América Latina como del resto del mundo. Según él, hay muy buenos novelistas latinoamericanos: Miguel Ángel Asturias, Arturo Uslar Pietri, Guimaraes Rosa, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Mario Benedetti, Augusto Roa Bastos, Gabriel García Márquez. «La literatura latinoamericana -asevera- desplazó a la española y está ocupando su lugar».

Rulfo no cree que en Europa se atraviese por una crisis literaria. «Surgen novelistas, muy buenos novelistas, como hongos. Aquí conocemos muy pocos, porque carecemos de fuentes de información. Lo que sí hay en Europa es una crisis de la poesía. Con relación a Europa, el único país que está a la zaga de la novela es España. En cambio tiene excelentes poetas».

«Donde sí atraviesan -agrega- por una crisis literaria total es en Estados Unidos. Esa pléyade de escritores que floreció después de la guerra se terminó ya. Ahora tienen dos o tres figuras; antes tenían 15 o 20 gigantes de la novela. Los de hoy son enanitos, sin fuerza, sin calidad literaria. A cualquier Saul Bellow yo le enfrentaría «El Señor Presidente», de Miguel Ángel Asturias, que se la gana con exceso. En los Estados Unidos hay ahora una especie de literatura nacionalista, sin definir. Ellos han formado alrededor de Arthur Miller un círculo compacto, que no les da beligerancia a quienes no pertenecen a él. Los aplasta».

Opina que la novela es una fábula y que no se puede clasificar la técnica novelística porque cada quien tiene la suya propia. Sobre el desarrollo del movimiento literario en México, dice: «Allá se están tomando estas cosas más en serio y más en broma, también. Ya existen los medios de publicidad que se encargan de hacer el escándalo -positivo o negativo- en torno a la obra que aparece. Y ya la gente, no sólo los intelectuales, sino todos, están hablando de los libros. Los comentan y discuten. No es muy grande el movimiento, pero se ha creado la inquietud».

A este respecto Rulfo cree que hay más movimiento en Colombia, Venezuela, Argentina y Chile. «En el Cono Sur de Latinoamérica se lee mucho más que en el Norte».

La Cordillera, nueva novela de Juan Rulfo, aparecerá a mediados de julio de 1967. Le preguntamos si, aparte de la prosa no cultiva también la poesía. «No, no», responde con sonrisa socarrona. Y en el mismo tono añade: «Los poetas dicen que la poesía no puede entrar dentro de la prosa. Sin embargo, ellos se permiten hacer poemas prosaicos. Los poetas gozan de impunidad para decir lo que quieran y como quieran, aunque sea en la forma más antipoética. En cambio al prosista se le exige más, se le ponen más barreras».

Al concluir la charla dice, recordando la gira: «Ésta ha sido un maratón, pero ya estamos saliendo de la piscina».

No soy un periodista, soy un bloguero

Posted in Literatura, Variedades by MiguelinaIgle on May 4, 2010

Al mismo tiempo llegaron los regaños por todas partes, entonces los lingüistas empezaron a quejarse de este espacio, los críticos lanzaron sus ofensas, entonces el grupo profesional que leía Muladar News con mucha razón le dio la espalda. Este tema me lleva a meditar hoy si desde mi humilde bitácora muchos entendieron que me contaminaba con las artes del periodismo.

Pues se equivocan absolutamente, se equivocan si entienden que un bloguero  también puede ser o parecerse un periodista; nada más lejano a la verdad, pues un bloguero solo interpreta ciertos momentos, el periodista debe ser legítimamente coherente y claro con la información, el bloguero tiene el consentimiento de cometer errores, el periodista no puede permitirse tales excesos, el bloguero en esencia es un expositor de sus ideas y costumbres, el periodista retrata la realidad tal y como debe ser, el bloguero puede prescindir de un bagaje profesional para exponer sus ideas, el periodista tiene la obligación de dominar el tema en cuestión.